jueves, 20 de mayo de 2010

El baile de las mascaras malditas

Inspeccionar la escena de un crimen nunca era fácil, pero eso no suponía un problema para Luca Misterio. Curioso apellido que lo describía a la perfección. Era detective, y uno de los buenos. Nadie pensaría que tan solo tenía quince años y que solo era un estudiante de secundaria. Era conocido y siempre ayudaba a la policía, sobretodo en los casos del cual su padre era el inspector. Pero ahora no era el tiempo de pensar, si no de actuar.
Luca se hallaba en medio de la escena de un crimen. La víctima, Isabella Santos de cincuenta años, había sido hallada en su dormitorio con un fuerte traumatismo craneal y una puñalada en la espalda. La habitación estaba cerrada por dentro cuando encontraron el cadáver. Pero eso no era lo más, digamos, extraño. Lo que sí era extraño era lo que se había encontrado alrededor de la víctima. Exactamente dieciocho máscaras redondas de color azul y con una sonrisa diabólica. Dichas máscaras iban a exponerse en un evento que organizaba la víctima y por eso Luca se encontraba allí. Había sido invitado a ese evento pero también a pasar la noche en la mansión.
Ahora, el inspector interrogaba a las personas que habían encontrado el cadáver.

- Si no les importa, me gustaría hacerles un par de preguntas- Les dijo el inspector a todos los que se encontraban allí.
- Papá – Luca captó la atención de su padre –Puedes preguntar lo que quieras pero déjame investigar la escena del crimen.
- Todo a su debido tiempo, hijo. Ahora, díganme sus nombres.
- Luna Mikan. Soy abogada. – Respondió una chica rubia de ojos azules que se escondían tras unas gafas que le daban un aire profesional.
- Carlos Todô. Futbolista. – Carlos era alto, moreno, musculoso y poseía unos hermosos ojos grises que dejarían
- Nosotras somos Mina y Natalia Swan. Trabajábamos para la señora Isabella. – Dijeron unas gemelas pelirrojas.
- La hora de la muerte oscila entre las diez y las doce de la noche. ¿Podrían decirme que estaban haciendo a esa hora?
- Yo estaba leyendo un libro en la biblioteca. Su hijo puede corroborarlo.- Respondió Luna.
- Es verdad papá. Recuerdo que cenamos a eso de las ocho y media, luego, sobre las nueve y media terminamos y la señorita y yo nos quedamos en la biblioteca. No nos movimos de allí hasta las doce y solamente porque escuchamos a la Mina gritar.
- Natalia y yo nos quedamos limpiando y el señor Todô nos ayudó.
- Eso es verdad. Ayudé a este par de monadas.
- y díganme…. ¿Qué les había traído a esta mansión?
- Soy la abogada de los Santos. La señora Isabella me llamó para tratar unos asuntos sobre las máscaras. Quería venderlas después de exponerlas.
- Conozco a la Víctima desde niño. Ella fue como una segunda madre para mí cuando perdí a la mía.
- Nosotras llevamos trabajando con la señora desde que acabamos los estudios. Nuestra familia lleva generaciones trabajando para los Santos.
- Y yo simplemente estoy aquí porque me invitaron.- Sentenció Luca- Ahora…. ¿Puedo ponerme a trabajar?
-Claro.-Luca se acerca el cadáver.- Repasemos los hechos. Mina encontró el cadáver alrededor de las doce. Isabella ya estaba muerta. La causa de la muerte… varias. Sobredosis de pastillas pero no murió por eso. Luego se golpeó la cabeza y al parecer el cuchillo era suyo. Al golpearse, tropezó y se clavó el cuchillo. Lo que esta claro es que intentaba suicidarse dado que la habitación estaba cerrada por dentro…
- Esto no es un suicidio – Concluyó Luca después de inspeccionar el cadáver.
- ¿Qué es lo que quieres decir, Luca?- Le espetó su padre
- Lo que escuchas. A esta mujer la han asesinado.
- Eso es imposible. Los médicos forenses han determinado que ingirió una gran cantidad de pastillas.
- Ya… ¿y el golpe? ¿Y el cuchillo? Vamos papá, sabes que tengo razón.
- No tienes pruebas, tampoco sabes quien es el asesino. Si quieres aventurar algo, espera a tener alguna cosa para acusar.

Luca no hizo ningún comentario más. Sabía que tenía razón pero cuando su padre se ponía así…Auque tenía razón y no sabía quien era el asesino.
Se acercó a la fallecida y vio algo curioso. La posición de las máscaras no era la que tenía que ser. Por su puesto que no creía en la historia de esas máscaras. Según la leyenda, cada noche esas máscaras cobraban vida y se dice que organizaban un baile sangriento. Pero… ¿Quién en su sano juicio iba creerse eso? Él no, eso estaba claro. Observó detenidamente las máscaras de nuevo y después dirigió su atención a la puerta. Se acercó a ella y por fin lo entendió casi todo. Y es casi todo porque aun tenía que demostrar algo. Miró a los testigos y encontró lo que buscaba.

-Dígame, señor Todô… ¿Estuvo de verdad todo el rato con las señoritas? – Luca señaló a las gemelas.
- ¡Por supuesto! – Carlos estaba muy enfadado. – Aunque…bueno si hay un momento en que las dejé.
- ¿Se acuerda de la hora?
- Sobre las… ¿Once y media? Sí sobre esa hora. ¿No estarás insinuando que fui yo, verdad? Niñato de mierda…
- Paz, señor Todô. No lo estoy acusando a usted.
- No… ¡No puedes acusarlas a ellas! La señora Isabella siempre ha sido muy amable y la querían mucho
- ¿Podéis calmaros? Lo primero de todo, ya le he dicho al investigador Yagami que lo prepare todo.
- ¿Qué lo prepare todo? – Inquirió su padre - ¿Qué quieres decir con eso? Preparar el qué.
- Todo a su debido tiempo.
- Luca, todo listo. Empezamos cuando tú quieras.
- Gracias investigador Yagami. El asesinato fue de lo más sencillo. Solo con una cuerda – Enseña una cuerda.- un cuchillo – señala el arma del crimen y luego uno preparado previamente – y las máscaras.
- ¿Qué es lo que planeas con todo esto?
- ahora lo verás. Simulemos que yo soy la víctima.

Yagami ató la cuerda al cuchillo y fue pasando las máscaras por la cuerda. Luego así mismo, las colocó encima de la puerta. También puso lo que quedaba de cuerda atada al pomo. Al ser tan fina, no se notaba.

- Ahora solo queda recrear la escena. Isabella tomó esas pastillas, eso no lo niego. Pero… ella solo tomó las que necesitaba ¿quién le dio las otras? Es muy sencillo. Si analizáramos la taza de té que está allí – señala el escritorio – veríamos que contienen
La misma substancia que las pastillas. ¿Quién le sirvió la taza de té? Carlos… ¿A quién viste cuando regresaste de después de las once y media?
- A… ¿Natalia? No las distingo.
- Pensaste que era Natalia, pero era Mina. Natalia, con la excusa de recoger la taza de té que habían intoxicado previamente, se dirigió a esta habitación. Y ahí entro yo ahora.

Se escuchó como llamaban a la puerta. Luca, con un cojín, fue abrir. En cuanto hizo girar el pomo las máscaras con el cuchillo se precipitaron contra él. Se puso el cojín delante y el cuchillo se clavó.

-¿Veis? Así murió la víctima. El traumatismo fue causado por el peso de las máscaras. Así se produjo el crimen.
- Pero… ¿Y por qué la habitación estaba cerrada?
- Crees que estaba cerrada. Lo comprobé. Nunca ha estado cerrada.
- Yo no soy la asesina – Soltó Natalia con toda naturalidad. – Además, no tienes pruebas. Y por si no lo sabias, fue Mina quien encontró a la señora muerta.
- Oh, claro que tengo pruebas. Al caer el cuchillo y apuñalar a la víctima, algo de sangre salpicó fuera. De hecho, la puerta tiene salpicaduras. Dudo que el asesino se diera cuenta. El asesino pisó la sangre. Mírate los calcetines.

Natalia miró ambos calcetines y…. en el derecho había una mancha de sangre.

-No puede ser… -Mira a Luca. - ¿Cómo lo supiste? ¿Cómo sabes que lo hice yo?
- En realidad, no sabía si había sido usted o su hermana. Pero tenía claro que un era la asesina y la otra la cubría. Esta noche, usted gritó, no su hermana. Y me di cuenta. Porque usted tiene el cabello más oscuro.
-Solo por eso…
- Hermana… ¿¡Por qué!? ¡Me dijiste que no lo harías!
- Por las máscaras… Tenía que vengar a mamá. ¡Esas máscaras eran suyas! ¡Y la muy rastrera pretendía venderlas!
- De hecho, no iba a venderlas. ¿Lo dice por la señorita Luna? No, ella no está aquí por eso. Luna Swan en realidad es… ¡Luna Santos! Luna es la hija de Isabela y Carlos es su marido. Fíjense en sus alianzas….
- Es verdad, soy su hija y Carlos es mi marido. Estaba peleada con mi madre pero ella me llamó. Sentía que no lo quedaba mucho de vida y quería hacer las paces conmigo. El verdadero propósito de mi madre era devolveros las máscaras al final de la exposición.

Natalia se derrumbó. Comenzó a llorar mientras la esposaban y se la llevaban detenida. A Mina también se la llevaron, por cómplice, auque no le caería una condena considerable puesto que no sabía que su hermana iba a asesinar aquella noche.

- Otro caso más… Hijo ¿De verdad no sabías quien de las dos lo había hecho?
-Sí. Pero una cosa me ha quedado clara después de este caso. No hay que juzgar antes de conocer todos los hechos. Natalia asesinó impulsada por la maldición de las máscaras. Tendríamos que haber escuchado antes su danza sangrienta.



FIN DE ESTA DANZA SANGRIENTA

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